SITAC Sur, sur, sur, sur...
Directores
Sur, sur, sur, sur...
Cuauhtémoc Medina
Recorridos. Recorridos. Recorridos.
Recorridos. Recorridos. Recorridos (…)
Sólo me interesa lo que no es mío.
Oswald de Andrade,
Manifiesto Antropófago (1928)1
Sueño el Sur,
inmensa luna, cielo al revés,
busco el Sur,
el tiempo abierto, y su después.
Fernando E. Solanas y Astor
Piazzola, Vuelvo al Sur (1988)2
Uno va a la Patagonia pero
también huye a la Patagonia.
Roberto Bolaño, “El último lugar
del mapa” (2001)3
La globalización no es la mera anexión de todo lo heterogéneo a la cultura del norte. Al menos, esa es una cuestión que no está resuelta, pues se ve constantemente atravesada por una multitud de fracturas y batallas. Sin negar las inmensas desigualdades de poder que definen la operación de la producción cultural de principios del siglo, lo cierto es que el Sur ha adquirido un nuevo peso crítico y productivo en la textura de la imaginación global, que se manifiesta no sólo en la ampliada geografía de la actividad cultural, sino en las superposiciones, tensiones y corrientes de pensamiento, fantasmas y sombras que lo habitan. La “hegemonía de la Eucronología” —diría Arjun Appadurai— ha sido seriamente perturbada por una “compleja construcción trasnacional de paisajes imaginarios”.4 O como lo plantearía Gerardo Mosquera: “La metacultura occidental (…) ha devenido un medio paradójico para la afirmación de la diferencia (…)”.5
Sin haber cedido del todo su magnetismo, el Norte ha ido perdiendo el norte. Ello no significa necesariamente la realización de la utopía de la inversión del mapa (1943) de Joaquín Torres García, si bien recientemente el mapa con el Sur arriba se haya vuelto obligatorio en las escuelas de Chile.6 No: sería voluntarista afirmar que “nuestro Norte es el Sur”. Pero uno siempre vuelve y sueña el Sur. La brújula ha cambiado, pues a la cultura contemporánea no se basta con un solo mapa. Algunas cartas de navegación (aquellas marcadas por “la obstinación del deseo”)7 señalan en los cuatro rumbos hacia la Antártida.
Impulsado por una gama intensificada de interacciones entre ciudades, regiones y genealogías que antes giraban entre el fantasma de la dependencia y la ilusión de la diferencia absoluta, un nuevo Sur ha venido germinando. Lo mismo en Cali que en Lima y Sydney, se vienen produciendo una serie de concentraciones de energía que, al construir redes complejas, crean instituciones, mercados y circuitos intelectuales que buscan diferenciarse de los operativos euroamericanos. Nunca antes como ahora los artistas de Sudamérica, África y Oceanía habían tenido una oportunidad similar de despliegue.
El Sur no es una región: es una divisa de invención, desviación y resistencia. Aparece no sólo como sinónimo de miseria, brutalidad y crisis perpetua del hemisferio sub-ecuatorial, donde el intelectual sigue ejerciendo la “función de intermediario entre el campesino y la administración en general”,8 reconvertido en el espacio principal de la exclusión del neocapitalismo, el cual se ve continuamente rebasado por las insurgencias autoconfirmadas en recordar que “el Sur también existe”.9 Es la geografía desterritorializada de una continua emergencia de diferenciaciones y deseos no subsumibles. El “pueblo múltiple” de mutantes y potencialidades encarnado en “hechos sociales, en hechos literarios, en hechos musicales” que Félix Guattari y Suely Rolnik designaron bajo el rubro de la “revolución molecular” que ocurre en el Sur en paralelo al paisaje de la miseria.10
El Sur como el signo de “la pequeña fisura, las rupturas imperceptibles que vienen del sur” que para Gilles Deleuze son, siempre, las “líneas de caída y fuga” que, a diferencia de las “grandes segmentaciones”, no son negociables.11
Cabalmente, la “Europa moral y espiritualmente indefendible”12 del colonialismo que denunció Aimé Cesaire, ya no es el referente de la noción de cultura, aún y a pesar de que el Norte sea el gestor y administrador preponderante de los discursos académicos y estéticos. Se ha vuelto imprescindible a las instituciones metropolitanas de arte (museos, editoriales, bienales, Documentas, colecciones y universidades) que aun controlan el relato maestro del arte occidental, injertar de una u otra manera momentos, autores, obras e incluso los momentos de subversión del Sur para recomponer su hegemonía. Los públicos que se asoman al arte contemporáneo a través del tejido de redes de la cultura mundializada ya no pueden evitar la perturbación de los relatos por narrativas y conceptos otrora marginados, arrogancia del modernismo del Atlántico del Norte. Pero, al tiempo, las formulaciones postcoloniales se sitúan crecientemente —como ha advertido Jean Fisher— contra la producción de identidades étnicas a favor de una estrategia de exceso basada en el sincretismo, la transacción y contaminación, como vías para la producción de la diferencia”. 13
Esos cambios, por magros, tentativos y superficiales que puedan parecer, no han sido una concesión graciosa: son el resultado de una contraofensiva cultural que, especialmente en el terreno inestable del arte contemporáneo, planteó sobre todo desde fines de los años ochenta el cuestionamiento de la división geográfica del prestigio y circulación de los referentes culturales. Ha llegado el momento de someter esa empresa colectiva a un balance. A dos décadas de la irrupción de la coalición del arte de la periferia, y tras la recomposición geográfica e histórica de la narrativa de la historia del arte moderno y contemporáneo, ¿qué nuevas fuerzas centrífugas emergen en la cultura bajo la línea ecuatorial? ¿Qué promesas contiene la tarea de replantear las genealogías culturales sureñas: la memoria de las dictaduras lo mismo que la posible tropicalización del conceptualismo? ¿Qué nuevas grietas se abren en la ilusión de absoluta proximidad desde lo que es aún una distancia? ¿En qué medida la práctica artística global o localmente eficaz puede atribuirse aún alguna relación con el proyecto de la descolonización?
Estas, claro, no son sólo interrogantes, cuestionamientos, son rutas a una geografía atisbada por la violencia del afecto. Desde el espacio de ambigüedad simbólica que plantea operar en un país como México —que representa una de las modalidades del “sur en el norte”—, este simposio plantea un “volver al Sur” que no puede ya activarse desde las seguridades de una “estética de la resistencia” binaria. Ya no es posible ver al Sur como una región del refugio, donde los intelectuales y artistas busquen sociedades y fuerzas cabalmente heterogéneas. Puede, en cambio, activarse como el territorio proyectado por las tareas y preguntas que deberán surgir una vez que las batallas por la inclusión y la reformulación de los esquemas de centro y periferia, imprescindibles como fueron, ya no son imperativos radicales, sino reformas más o menos cumplidas en el sistema cultural.
Quizá “vuelvo al Sur” consista en atisbar la necesidad de la cartografía de una nueva agenda, acerca de la cual poco sabemos, más allá de aceptar la dirección del viento de los afectos. Hay que asumir con cierta dureza la afirmación del film Sur (1988) de Fernando E. Solanas: “Si ustedes no saben lo que es el sur, es porque son del norte.”14 No, no hay forma de definir qué es o será Sur. Lo que se puede hacer es dejar de buscar norte.
Notas
1 Oswald de Andrade, “Manifiesto Antropófago”, en: Jorge Schwartz (ed.), Las Vanguardias Latinoamericanas. Textos programáticos y críticos. México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 173-180.
2 Letra y traducción al inglés: http://www.planet-tango.com/ly...
3 Roberto Bolaño, Entre paréntesis. Ensayos, artículos y discursos (1998-2003), Barcelona, Editorial Anagrama, 2004, p. 255.
4 Arjun Appadurai, Modernity at Large. Cultural Dimensions of Globalization. Minneapolis, University of Minnesota Press, 1996, p. 30-31.
5 Gerardo Mosquera, “Robando el pastel global. Globalización, diferencia y apropiación cultural”. En: José Jiménez y Fernando Castro (eds) Horizontes del Arte Latinoamericano. Madrid: Tecnos, 1999, p. 58.
6 Ver: “MAPAS: Chile patas p’arriba”, Educar Chile: El portal de la educación, 4 junio 2007. http://www.educarchile.cl/Portal.Base/Web/VerContenido. aspx?ID=133790
7 Fernando E. Solanas, Sur (1988) Coproducción Argentina-Francia. Color/118 mins. SUR (1988). El fragmento en cuestión sobre la censura de libros en la dictadura argentina puede verse en: http://youtube.com/watch?v=4n6... bWI&feature=related
8 Antonio Gramsci, “Algunos temas sobre la cuestión meridional” (1926). Disponible en línea en: http://www.gramsci.org.ar/3/29...
9 Título de la famosa canción escrita por Mario Benedetti para Juan Manuel Serrat incluido en el libro Preguntas al azar (1986).
10 Félix Guattari y Suely Rolnik, Micropolítica: Cartografías del deseo. Madrid, Traficantes de sueños, 2006, p. 361.
11 Gilles Deleuze y Claire Parnet, Diálogos. Trad. José Vázquez, Valencia, Pretextos, 1980, p. 149.
12 Aimé Cesaire, “Discourse on Colonialism”, en: African Philosophy: An Anthology. Emmanuel Chukwudi Eze ed., Londres, Blackwell Publishing, 1998, p. 222.
13 Jean Fisher, “Some Thoughts on Contaminations”, en: Vampire in the Text. Narratives of Contemporary Art, Londres, Institute of International Visual Arts (INIVA), 2003, p. 257.
14 Citado.